











En la Biblia, adorar a Dios implica reconocer su grandeza y poder, expresando reverencia, amor, gratitud y sumisión a su voluntad. No se limita a rituales o lugares específicos, sino que abarca un estilo de vida en el que se le honra con acciones y pensamientos. La verdadera adoración se distingue de la falsa adoración porque se centra en Dios como único objeto de adoración, a diferencia de la adoración a ídolos o a cualquier otra cosa que no sea Él.
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